Dentro de las diferentes industrias es común encontrar a mujeres atendiendo puestos laborales con la misma eficacia que un hombre, sin embargo durante el embarazo el riesgo en cualquier puesto incrementa, especialmente cuando se labora en un entorno ruidoso. Como sabemos, cada empresa debe realizar programas de medición con un sonómetro para evitar el daño auditivo a los trabajadores, sin embargo durante la gestación de las mujeres embarazadas hay que tomar medidas de seguridad especiales.
La NOM-081-SEMARNAT-1994 establece los límites de ruido permisibles y su modo de medición, así como las medidas de seguridad para prevenir el daño auditivo en humanos y animales. Durante la gestación la exposición al ruido puede incrementar el riesgo de problemas de audición y otras condiciones de salud para la embarazada y el nonato; estos ruidos pueden provenir de diferentes fuentes: motores de aviones, conciertos de música, el volumen muy alto de radios de autos o los lugares de trabajo, siendo estos donde la mujer se encuentra expuesta a elevados niveles sonoros por bastante tiempo.
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El oído del nonato
A casi todas las mujeres embarazadas se les ha dicho que los sonidos pueden ser beneficiosos para el feto, incluso se ha recomendado escuchar música instrumental para calmar al pequeño que aún vive en el vientre materno. Sin embargo, muchas mujeres cometen el error de colocar los audífonos directamente en su vientre y subir el volumen, causando daños a sus bebés, ya que se ha comprobado que los fetos que se exponen durante largos períodos a ruidos intensos suelen nacer prematuramente, con menos peso y sufrir algún trastorno de la audición desde su nacimiento.
El oído externo, interno y medio de un feto se desarrolla en la semana 24 de gestación; al estar formada la cóclea, el oído del feto puede transmitir sonidos a su cerebro para ser procesados. Alrededor de la semana 30, el feto es capaz de responder a los sonidos que provienen de afuera del útero.
Los sonidos son amortiguados por las paredes del útero, la grasa y músculos de la cavidad abdominal, por lo que las ondas sonoras disminuyen, así como su volumen antes de que el feto las escuche. Además, el líquido amniótico llena el oído interno del feto, por lo que el tímpano aún no amplificará los sonidos y amplifica los ruidos agudos, sin embargo este líquido amplifica los sonidos graves.
El riesgo se corre ante la exposición prolongada, como aquellas trabajadoras embarazadas que trabajan en entornos ruidosos; el máximo de ruido debería ser de 80 dB, no sólo para las embarazadas sino para todos los empleados. Cuando la exposición a sonidos rebasa los 90 dB, el riesgo de que un feto pierda la audición es elevado, además se incrementan las probabilidades de nacimientos prematuros y con bebés de bajo peso; si bien podemos pensar que con una vez que vayamos a un concierto durante la gestación no pasa nada, los estudios indican que la exposición (aunque sea corta) a sonidos de entre 150 y 155 dB puede ocasionar problemas similares a los mencionados.
Probablemente todas las embarazadas han notado que los ruidos altos o repentinos asustan a sus bebés, causándoles una actividad mayor después del sonido; es muy importante cuidar los oídos de nuestros pequeños desde la gestación e informar en nuestro lugar de trabajo para tomar medidas preventivas que nos alejen de los daños auditivos.
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